Alzheimer y sus cuidadores

El Alzheimer, junto con el cáncer, es una de las enfermedades más temidas por la gente a medida que su edad avanza. En realidad, la prevalencia de esta enfermedad neurodegenerativa es muy baja, afecta a un sector de la población muy pequeño. Los medios de comunicación publican noticias hablando sobre nuevas líneas de investigación que quizá en el futuro resulten muy fructíferas, pero actualmente no existe cura y el cuidado que necesita el enfermo supone un nivel de exigencia muy alto por parte del cuidador.

La mayoría de las personas consideran que el primer indicio de Alzheimer suelen ser los déficits de memoria, pero lo cierto, es que antes de que la memoria comience a fallar, suelen observarse ciertos cambios conductuales. El individuo afectado se siente deprimido, sin energía y sin ganas de hacer cosas con las que antes disfrutaba. Las relaciones sociales dejan de ser como antes y el tiempo que pasa en casa aumenta considerablemente. Para la gente que convive con el enfermo suele resultar complicado asociar estos primeros síntomas con la enfermedad, y hasta que esta no avanza hasta el punto de hacerse más visible, las revisiones médicas y el consecuente diagnóstico no son tan comunes.

Observar cómo se va desarrollando el Alzheimer suele ser algo que hace saltar las lágrimas de quienes conocen a la persona, ya que por muy buenos cuidados que se le brinden al enfermo, la enfermedad sigue su curso, desgastando mente y cuerpo hasta que se agotan todas las energías. Durante este proceso, siempre hay una persona que se hace responsable y que se convierte en su cuidador. El esfuerzo que tienen que realizar estas personas es realmente grande, ya que por lo general, en un estado avanzado, los enfermos necesitan ayuda prácticamente las 24 horas del día.

El desgaste, tanto físico como emocional es inmenso, y algunas personas se ven obligadas a abandonar su trabajo para dedicarse al cuidado de un familiar. Los cuidadores son un ejemplo grandioso de la fuerza y el esfuerzo que se puede llegar a realizar con tal de contentar y ver en buenas condiciones a un ser querido. Sin embargo, cuando una sola persona tiene que encargarse por completo de un enfermo, el cuidado se convierte en un problema. Esta gran responsabilidad no debería caer sobre un único individuo ya que, con el paso del tiempo, la calidad de vida de este también se vería reducida.

En mi opinión, además de un cuidador informal, el familiar, siempre debería de existir un cuidador formal, es decir, un profesional. En ningún momento quiero decir que dejemos al enfermo de Alzheimer totalmente en manos de otra persona, que por lo general no vamos a conocer. A lo que me estoy refiriendo, es que todas las personas necesitamos tener unas pocas horas al día para dedicarnos a nosotros mismos y pensar en las cosas que nos incumben directamente. Es cierto que a los cuidadores formales hay que pagarles, y es posible que alguna familia no tenga los recursos económicos suficientes. No obstante, hoy en día, en casi todas las ciudades existen centros de día en los que nuestros familiares quedan en manos de profesionales y en dónde se relacionan con otras personas con los mismos problemas o con problemas semejantes, lo cual resulta muy gratificante y estimulante. En muchos casos de Alzheimer, el mejor tratamiento no son los medicamentos, sino que lo son las relaciones sociales y la movilidad general. Cuanto más tiempo pueda pasar nuestro familiar paseando, mejor será su estado de ánimo y su humor. Ya que no podemos hacer nada para frenar el desarrollo de esta enfermedad, lo que debemos de hacer es que nuestro ser querido viva los años que le quedan de la mejor manera posible.

“Podemos agregar vida a los años, pero no podemos agregar años a la vida”

 

Alexandre González Valdés

alex.gonzalez.valdes1@gmail.com