¿Comer menos es de inteligentes?

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¿Recordáis La ley de la conservación de la energía? Esa ley que postula que la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Pues bien, este principio o ley  fue erróneamente aplicado a las neuronas también (“ni se crean ni se destruyen”) creyendo que estás llegaba un momento en el que no se producían más y continuábamos viviendo con la misma cantidad hasta el fin de nuestros días.

Y no fue hasta 1980 cuando se desmintió la teoría. Fernando Nottebohm descubrió que los centros cerebrales vocálicos  de los pájaros cantores, en primavera (cuando han de cortejar) se hacían más grandes, esto es, el número de neuronas aumentaba; puesto que las hembras solo son atraídas por el macho más innovador. Sorprendentemente, ocurría lo mismo en humanos.

A este proceso de creación neuronal le llamamos desde entonces neurogénesis adulta.

La neurogénesis adulta es la creación de nuevas neuronas. Antes de proseguir, hemos de saber qué significa tener más neuronas.

Esto, a grandes rasgos, significa un aumento en la plasticidad neuronal: unas rutas para la inter-comunicación de las neuronas. Para que nos hagamos una idea más clara, es como crear ‘accesos rápidos’ a la información.

La proliferación en las conexiones sinápticas entre neuronas resulta en un mejor y mayor aprendizaje, reorganizar la información de forma más eficiente, acordarnos de las cosas de forma más rápida o relacionar la información eficazmente.

Y he aquí el quid de la cuestión, ¿hay alguna forma de potenciar mi neurogénesis? Sí, hay muchas maneras: una de ellas es mediante una adecuada dieta, aumentando la ingesta de ácidos grasos omega 3 y 6 ya que gran parte de la masa cerebral es grasa, al igual que el mecanismo de distribución de tus hormonas es lipídica también. Hay múltiples alimentos con propiedades increíbles para una adecuada ‘nutrición’ de tu cerebro, pero en esta ocasión, arrojaré algo de luz sobre el ayuno.

Y la frase a interpretar es la siguiente “eres lo que comes” o, en este caso y si se me permite, me atrevería a cambiarla por un: “eres lo que no comes”.

Empecemos por lo básico;

¿Qué es el ayuno?

El ayuno es descrito como abstenerse voluntariamente a ingerir alimentos durante un periodo de tiempo. Esta acción, biológicamente hablando, es algo contradictoria a nuestros principios como seres humanos, puesto que alimentarnos es una de nuestras funciones vitales. Y por paradójico que parezca, culturalmente lo podemos encontrar en numerosas ocasiones, como por ejemplo en el Ramadán, ayuno diurno que durante 29 días llevan a cabo los musulmanes, o algunos monjes budistas.

  • ¿Has oído alguna vez la frase ‘el hambre agudiza el ingenio’? La ghrelina (GHRL) es una hormona sintetizada en el estómago cuando este se encuentra vacío; llega por sangre al hipotálamo, influyendo sobre las conexiones nerviosas y focalizando la atención en la búsqueda de alimentos, aumentando la capacidad de aprender y memorizar.

 

¿Qué beneficios cognitivos aportan el ayuno?

Son múltiples los estudios que han respaldado la teoría de una mejora cognitiva mediante pequeños ayunos; señalaré algunos hechos con ratones:

En el primero, dieron a ratones durante cuatro días dietas en las que se incluían ayunos intermitentes, y en poco tiempo se produjo una mejora en la neurogénesis del hipocampo, así como en el rendimiento cognitivo (Brandhorst S, Choi IY, Wei M, 2015)

En el segundo ejemplo, la ejecución de tareas, además del aprendizaje ‘espacial’ se vio incrementado gracias al experimento con el laberinto circular de Barnes (Torres Berrío, 2006) así como el laberinto radial de ocho brazos (Pitsikas, Algeri, 1992) o el laberinto acuático de Morris (Fitting, Booze, Gilbert, Mactutus, 2008), estos son laberintos diseñados para roedores para estudiar sus patrones de búsqueda y cómo estos se agudizan.

No solo ello, sino que también, en determinados estudios se ha demostrado que, con los ayunos:

  • El cuerpo aumenta la eliminación de sustancias tóxicas (al igual que ocurre cuando dormimos)
  • De nuevo aludimos a la neurogénesis, en este caso a zonas concretas, como son el hipocampo, córtex y prosencéfalo (regulan la memoria, el aprendizaje, y la función cognitiva respectivamente).
  • En casos de hipocondría mejora la satisfacción personal (Lipsart NK, 1990)
  • Posible tratamiento para la esquizofrenia ( Boehme DH., 1977)
  • Prevención de convulsiones en Parkinson, y beneficios cognitivos y comportamentales en Alzheimer (Stafstrom E., Rho JM., 2012)
  • Mejora del estado del ánimo, así como descenso de la depresión, puesto que el BDNF (Factor neurotrófico derivado del cerebro) aumenta notablemente; esto es, una proteína que actúa como factor de crecimiento de tejido nervioso.

Ya por el siglo IV a.C. Hipócrates nos decía ‘Que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina’; y tenía toda la razón. No obstante, ¿qué hay de la falta del mismo? No estamos hablando de inanición ni de restricción calórica patológica; estos ayunos deben seguirse de una nutrición saludable, así como un alejamiento por parte de la persona de estresores y un debido descanso.

En este caso, a pesar de ser una acción contradictoria para el humano, (o cualquier ser vivo) el ayuno intermitente de unas 16 ó 36 horas, llevado a cabo con cabeza puede ser un potenciador de la salud mental. Bien es cierto que es un campo un tanto ‘demonizado’ y con necesidad de mayor investigación, pero siempre se le puede dar una oportunidad y juzgar por uno mismo sus beneficios en primera persona.

La película  ‘Juramento Hipocrático’  es un buen ejemplo de los beneficios del ayuno en, en este caso, la epilepsia.

¿Estaremos ante el psicofármaco definitivo?