Conciencia de enfermedad

El nivel de conciencia que una persona tenga de su enfermedad es un factor determinante para el correcto uso de los servicios sanitarios y para mejorar la calidad de vida del paciente. El hecho de que la persona tenga este conocimiento, ayudará a entender lo que ocurre y por qué se siente de determinada manera o realiza determinadas conductas. Esto es aún más importante, si cabe, en las enfermedades mentales, sobre todo, en las diversas psicosis como puede ser una esquizofrenia (debido a que el espectro de trastornos psicóticos es muy amplio, en este artículo me referiré a la esquizofrenia por hacer mención a uno de los más conocidos) Algunos pueden pensar que, el hecho de dar un nombre y hacer entender a la persona lo que ocurre es etiquetarlo o estigmatizarlo, pero no es así y, si logramos que lo asuma es probable que su calidad de vida y la de las personas de su alrededor mejore mucho.

En un principio, puede ser difícil que la persona reconozca que tiene una esquizofrenia y que ocurra esto es totalmente normal. El DSM (manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) elaborado por la APA (American Psychological Association) determina (entre otros) los siguientes criterios para diagnosticar una esquizofrenia, cito literalmente: Dos (o más) de los siguientes síntomas, cada uno de ellos presentes durante una parte significativa de tiempo durante un periodo de un mes (o menos si se trató con éxito). Al menos unos de ellos ha de ser (1), (2) o (3)

  1. Delirios
  2. Alucinaciones
  3. Discurso desorganizado (p. ej, disgregación o incoherencia frecuente).
  4. Comportamiento muy desorganizado o catatónico.
  5. Síntomas negativos (es decir, expresión emotiva disminuida o abulia).

Por tanto, las personas con esquizofrenia pueden tener delirios, alucinaciones y/o discurso desorganizado. Es frecuente que tengas los 3 síntomas. Las alucinaciones más comunes son las auditivas y las visuales y cuando comienzan a presentarse las escuchan y ven al igual que nos escuchan y ven a nosotros cuando nos dirigimos a ellos, por eso, es fácil comprender que cueste tanto trabajo distinguir la realidad de lo que no lo es, ya que para ellos esas alucinaciones toman la misma forma que su realidad. Por otra parte, en cuanto a los delirios estos son construidos con un sentido lógico para ellos, aunque nosotros los podamos encontrar totalmente incoherentes. Nuestra mente es adaptativa y se encarga de construir el delirio de forma que no haya una disonancia cognitiva, además, en muchas ocasiones, los delirios tienen que ver con la propia historia de vida del sujeto. Con este razonamiento, podemos entender un poco mejor, cómo las personas con esquizofrenia pueden resistirse a creer que tienen una enfermedad mental y pensar que somos nosotros los enfermos, los cuales nos hemos aliado para hacerle creer tal cosa y estamos, por tanto, en su contra.

Algunos pacientes tardan años en desarrollar conciencia de su enfermedad, otros no lo hacen nunca y unos pocos lo hacen de forma muy temprana. En aquellas fases en las que el paciente no está nada convencido, de poco sirve insistir, tan solo podemos lograr que se frustre y que pierda la confianza en nosotros. En estos casos habrá que usar otras estrategias para, por ejemplo, conseguir que tome su medicación. Sin embargo, con otro perfil de paciente sí se puede trabajar mediante sesiones de psicoeducación. Estas pueden ser individuales o grupales y ambas son necesarias, ya que en las individuales podemos centrarnos más en el caso en concreto, mientras que las grupales son sumamente enriquecedoras ya que los pacientes comparten sus historias, síntomas, percepciones, experiencias, lo cual aporta un gran apoyo. En las sesiones de psicoeducación se informa acerca de las distintas enfermedades mentales y los síntomas de cada una de ellas, también las circunstancias que pueden propiciar la aparición de los citados síntomas, así como los factores precipitantes y de protección. Se ayuda a que ellos mismos puedan reconocer las señales de alarma, aquello que notan antes de una crisis o un brote. También se habla acerca de la medicación y su farmacocinética y farmacodinámica, se entrenan habilidades de auto-administración, comunicación con el personal sanitario y manejo de los servicios de salud mental. Si conseguimos que esto se interiorice contribuiremos a una vida más normalizada sin constantes hospitalizaciones. Aunque esto es solo una parte del tratamiento, el cual es complejo y llevado a cabo por un equipo multidisciplinar, entre ellos el psicólogo.

Por último, es importante entender que el paciente está inmerso dentro de un sistema social, es decir, tendrá su familia, amigos, compañeros de trabajo… por esto, será necesario realizar, en la medida de los posible, una intervención con ellos, al menos con las personas más cercanas. Esto facilitará la comprensión, comunicación, contar con estrategias que permitan actuar de forma adecuada en las situaciones que puedan presentarse y, sobre todo, la desestigmatización de las enfermedades mentales pudiendo ahorrar sufrimiento a quien las padece que, por otro lado, decir que puede ser cualquiera de nosotros.

MARISA MAZA FERNÁNDEZ