IMPORTANCIA DE LOS VÍNCULOS AFECTIVOS EN LOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA

A diferencia de otras especies el ser humano al nacer se encuentra totalmente indefenso y este estado durará unos cuantos años. Otros animales ya comienzan a caminar, buscar alimentos o defenderse poco después de nacer, pero este no es nuestro caso. Necesitaremos muchos cuidados por parte de los adultos para poder tener cubiertas nuestras necesidades y estos cuidados son fundamentales para nuestra supervivencia. Generalmente, estos cuidadores principales suelen ser los padres, aunque hoy en día esto tampoco tiene por qué ser así. Con los cambios a nivel de trabajo, como la incorporación de la mujer al mercado laboral, cada vez es más frecuente que los niños pasen mucho tiempo con otras figuras como pueden ser abuelos o cuidadores profesionales. En nuestros días hay también una gran variedad sobre los distintos tipos de familia y ya no están formadas necesariamente por un padre y una madre, sino que pueden ser dos padres, dos madres, un solo progenitor… Nada de esto importa, todos los tipos de familias están bien, lo importante es proporcionar los cuidados necesarios y formar un vínculo emocional adecuado y seguro con el niño. Son muchos los estudios que se han hecho acerca de este tema y los resultados son contundentes, afirmando que el tipo de apego que se establece entre el cuidador principal y el niño es clave para las futuras relaciones que establezca ese niño en la edad adulta.

Uno de los autores que más ha investigado sobre la teoría del apego y de los vínculos afectivos es Bowlby, aunque ni mucho menos es el único dada la importancia del tema. Podríamos citar otros como Ainsworth, Main, Solomon, Weiss o Carlson.

Bowlby desarrolló su teoría en principio tomando a niños que se encontraban en instituciones, por tanto, privados de la figura materna (en la época en la que se hicieron los estudios siempre se trabajaba con madres ya que, por un lado, eran ellas quienes se encargaban del cuidado del hijo principalmente y, por otro lado, debido a la estrecha y especial conexión que se establece con la madre por razones biológicas). Podríamos definir apego como el vínculo emocional que se establece entre el niño y sus padres (o cuidadores principales) que va a ser clave en nuestro desarrollo afectivo. El tipo de vínculo que se cree va a influir de forma importante en el niño y en sus futuras relaciones en la adultez. Así, la seguridad, miedos y ansiedad del niño están determinados en gran medida por la accesibilidad y disponibilidad que presente la principal figura de afecto.

Un estudio el cual se ha hecho muy famoso en psicología y, ha sido referente para otros muchos estudios a lo largo de los años, es aquel en el que se observaron las reacciones de un conjunto de niños ante la separación de sus figuras de apego y ante la presencia de un extraño. Estas son las dos situaciones que más desconcierto pueden producir en este momento evolutivo. Se invitaba al niño y a su madre a entrar en una habitación acondicionada con juguetes. Unos minutos más tarde, se pedía a las madres que abandonaran la habitación, de forma que los niños se quedaban solos y se observaban las conductas que estos realizaban. Un rato más tarde, entraba en la habitación el experimentador, el cual el niño no conocía y, una vez más, se observaba cómo el niño actuaba ante esta situación novedosa. De esta forma, se podían recoger datos acerca de lo citado anteriormente, por un lado, qué ocurre al retirarse la figura de apego y, por otro, qué conductas provoca la presencia de un extraño. En este caso, resumiré los resultados obtenidos en lo que tiene que ver con la presencia y ausencia de la madre, pues es el tema que nos ocupa. Obviaremos, por lo tanto, la situación del extraño. Se definieron los siguientes tipos de apego en función de lo que ocurría.

  • Apego seguro: los niños cuando entraban a la habitación con su madre tomaban a esta como una base segura y comenzaban a explorar la sala y los juegos que había en ella. A la salida de la madre, la conducta exploratoria se reducía y se mostraban afectados por su marcha. Cuando esta regresaba se mostraban notablemente contentos y buscaban el contacto físico para, poco después, continuar explorando.
  • Apego inseguro-evitativo: no utilizan a la madre como base segura, ya que no la miran para comprobar su presencia, comienzan la conducta exploratoria sin contar con ella. Tanto cuando ella abandona la sala como cuando regresa, el niño se mantenía distante e ignoraba a la figura materna. Si esta intentaba un contacto físico, el niño se mostraba evitativo y la rechazaba.
  • Apego ansioso-ambivalente: apenas exploran, sino que se mantienen pegados a la figura de la madre. Lo pasaban muy mal cuando la madre se iba y lloraban desconsoladamente. A su vuelta, sin embargo, manifestaban conductas ambivalentes. Por un lado, buscaban el contacto físico, pero también tenían conductas de rabia y enfado, siendo común las patadas o golpes a la madre.

Más tarde, se añadió un cuarto tipo de apego muy característico en niños que habían sufrido algún tipo de maltrato y/o abuso.

  • Apego desorganizado: mostraban comportamientos contradictorios. Pueden llorar de repente sin un motivo aparente, poner cara de tristeza cuando la madre se acerca, incluso a veces ellos mismos buscan el contacto físico, pero cuando son tomados en brazos adoptan posturas corporales rígidas y extrañas o giran la cabeza evitando el contacto ocular con la madre.

Este experimento se hizo en condiciones artificiales, pues los niños no se encontraban en su entorno habitual. Por este motivo se dio un paso más allá y se realizaron observaciones de los niños en sus contextos naturales, es decir, en sus propios hogares y entorno familiar y se concluyó lo siguiente. Las madres de aquellos niños que habían manifestado un apego seguro se mostraban sensibles a las llamadas del bebé y disponibles ante las necesidades que estos pudieran manifestar. Sin embargo, en el perfil inseguro-evitativo las madres actuaban de forma distante e insensible a las necesidades expresadas y en el perfil ansioso-ambivalente la postura de la madre mostraba insensibilidad, intrusividad e inconsistencia en las respuestas ante las demandas.

Todo esto, va a determinar la forma de actuar del niño cuando sea adulto. Así, si se estableció un apego seguro estos futuros adultos gestionarán de forma óptima sus emociones ante la separación de figuras importantes y tendrán un mejor reconocimiento de las mismas, identificando la angustia y ansiedad que puedan sentir y siendo capaces de buscar apoyo y consuelo si lo necesitan. En definitiva, serán capaces de gestionar mejor lo que sienten. Con otro tipo de apegos, sin embargo, resultará difícil reconocer la angustia, el malestar, expresar estos estados y tener un desarrollo óptimo de estrategias que permitan gestionarlas. Es frecuente, además, que se tenga la idea de que de nada sirve buscar ayuda, pues han aprendido que las personas, las cuales eran fuente de protección y seguridad, no estuvieron disponibles cuando se necesitaron.

MARISA MAZA FERNÁNDEZ