Memoria: Todos recordamos lo mismo

Día a día recibimos cantidades enormes de información que nuestro cerebro debe procesar al tiempo que decide qué es útil y qué no lo es. A ciertos datos les dará tan poca importancia que ni siquiera seremos conscientes de haberlos percibido, otros simplemente los desechará rápidamente, pero en ocasiones, hay cierto tipo de información a la que necesitamos atender y guardar en nuestra memoria, y esto no supone siempre una tarea sencilla.

Tal es así, que últimamente los “deportes mentales” se han convertido en tendencia, juegos diseñados para la auto-mejora de la capacidad mental, pues vivimos en una era de diluvio de datos en la que la memoria llega a ser un requisito importante al tiempo que una virtud digna de alabanza; sin embargo, hay optimistas que pretenden ir más allá y piensan que pueden existir formas más eficaces de no olvidar la información más relevante para nosotros.

Aude Oliva y sus colaboradores han encontrado que, aunque la memorización de imágenes puede parecer subjetiva y difícilmente cuantificable, en realidad es intrínseca a la imagen. Esto quiere decir que a pesar de las experiencias personales e intransferibles de cada individuo, todos tendemos a recordar y olvidar las mismas imágenes. Tras una exhausta investigación en la que participaron 665 individuos, obtuvieron una serie de datos experimentales respecto a los tipos de imágenes que son más y menos recordables, pudiendo así desarrollar un algoritmo que predice automáticamente si una determinada imagen permanecerá en nuestra memoria o no. Por ejemplo, la investigación ha demostrado que los observadores suelen recordar los detalles visuales de los objetos con una etiqueta semántica específica o una interpretación variable, es decir, marcas de diferentes  coches, productos que difieren en el color, etc. Esto hace suponer que distintas características, objetos e incluso regiones de una imagen tienen efectos dispares en la memorabilidad.

Este descubrimiento es todo un acontecimiento, a raíz de esta investigación podrían crearse libros de texto que facilitasen el aprendizaje de los estudiantes sirviendo de recurso mnemotécnico y potenciando la memoria visual; otro de los usos en los que han pensado, es el diseño de iconos para crear un escritorio más organizado en el ordenador; pero sin duda, una de las ideas más interesantes que han planteado es el dominio de la memorización de la cara humana.

Somos seres sociales, nos gusta causar una buena primera impresión y que no se olviden de nosotros, o en ocasiones que sí lo hagan. Como proyecto futuro, aunque quizás no tan lejano como pueda parecer, Aude Oliva y su equipo se plantean encontrar algoritmos capaces de modificar sutilmente un retrato para hacerlo más o menos memorable según convenga, al mismo tiempo que manteniendo los rasgos faciales identificativos, el atractivo y las expresiones.

No se hace difícil fantasear sobre la cantidad de usos que podríamos darle a esta herramienta: hacer nuestro Curriculum Vitae más recordable, aumentar la memorabilidad de nuevos rostros de figuras públicas o incluso criminales a los que se busca,  modificar el grado  en que el público recordará caras en una película según queramos destacar o no su papel…

Por otro lado, también podría resultar ser un apoyo interesante para quienes presentan algún trastorno relacionado con la memoria como es el caso de la prosopagnosia o incluso el Alzheimer, poniendo el foco de atención y terapia en los rasgos faciales más memorables.

Quizás esto por ahora solo sea una meta a alcanzar y no una realidad tangible, pero es asombroso pensar en la cantidad de datos que podríamos almacenar en nuestra cabeza de forma sintética, presentándose así ante nosotros una realidad totalmente diferente para considerar no simplemente lo que es el mundo, sino lo que consideramos significativo: lo que recordamos.