La química del amor

“El encuentro de dos personas es como el contacto de dos sustancias químicas: Si hay reacción, ambas se transforman” (Carl Jung).

 

El amor es una de las experiencias vitales del ser humano más profunda y plena, distinguiéndose el amor de amistad, el fraternal, paterno filial y el amor romántico. Centrándonos en el amor romántico o de pareja, sabemos que es algo inconsciente e  inevitable. Una fuerza que en ocasiones ni nosotros mismos sabemos expresar, donde nuestro ser amado ocupa nuestra mente y solo su presencia nos lleva a una reacción emocional y física.

El amor va evolucionando conforme pasa el tiempo, pasando por distintas fases: La atracción y el deseo, el cortejo y amor romántico, y el amor de pareja. Según Sternberg, para que el amor sea completo y equilibrado debe llevar tres componentes que harán que llegues al amor de pareja y la relación sea sana y consolidada: La confianza, la pasión y el compromiso.

Parece algo impalpable e inmaterial pero, es algo físico en nuestro cerebro y las hormonas juegan un papel muy importante. ¿Hablamos de neuroquímica? ¿Qué es lo que lleva Cupido en esas flechas para que en nuestro cerebro salten chispas? Lo vemos fase a fase:

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Fase I, Atracción y deseo: Corresponde con la fase apetitiva de la conducta sexual pero no implica la conducta sexual consumatoria. Es la fase donde sentimos que nos estamos “enganchando” y nuestros sentidos siguen a esa persona por todas partes. Aumentan los niveles de:

  • Testosterona: Hace que aumente la lívido en hombres y mujeres. En éstas últimas encontramos un aumento de Estrógenos también, que hace que aumente el apetito sexual.
  • Feniletilamina: Su liberación hace que nos activemos. Causa sensación de regocijo.
  • Adrenalina y Noradrenalina: Nos traen la euforia. Se eleva la presión arterial y el corazón late más deprisa. Eleva la cantidad de glóbulos rojos, hace que respiremos más pesado y nos produce rubor y manos sudorosas. “¡Viene hacia aquí!. ¡Me va el corazón a mil!”

Fase II, Cortejo y amor romántico: En esta fase lo reforzamos y nos genera adicción. Sentimos que la otra persona es única y cuando ésta “droga” desaparece puede llevarnos a tener “el mono” y llega la obsesión. Hasta esta fase idealizamos a la otra persona, engrandecemos sus virtudes y nos olvidamos de sus defectos. El amor “es ciego”.

  • Serotonina: Disminuye y nos trae esa obsesión compulsiva. Además, contribuye a esa tristeza y desasosiego que sentimos cuando está lejos.
  • Dopamina: Aumenta y es la responsable de esa adicción. Nos provoca exaltación, euforia, energía, atención elevada, ganas de ganar e ir a por todas y excitación. La generamos igual que al tomar una droga que nos produce placer, pero en esta ocasión de forma natural.

Fase III, Amor de pareja: Ha pasado alrededor de un año o año y medio, la relación avanza y la dopamina y testosterona disminuyen, la serotonina se mantiene estable y toman el mando las hormonas de la estabilidad y la confianza. El cerebro se habitúa al enamoramiento y lo manejamos de forma más consciente. No quiere decir que el amor haya disminuido, sólo que ha evolucionado y madurado, por lo que no debemos ver extraño que la relación no sea como el primer año. Sólo que la vivimos diferente. Empezamos a valorar los defectos y virtudes de la otra persona con más realismo. Pero no os durmáis, ¡hay que seguir avivando el fuego!

  • Oxitocina: Aumenta fomentando el apego, la confianza y la fidelidad.
  • Endorfinas: Aumentan trayendo a la relación comodidad y estabilidad.
  • Vasopresina: Aparece junto con la oxitocina y hace que la persona se decante por la monogamia, afianzando la relación de dos.

Vista la actividad y la fiesta que se montan las hormonas en  el desván de nuestro organismo hasta que la relación se consolida, tal vez deberíamos decir “te amo con todo mi cerebro” en lugar de “te amo con todo mi corazón”, aunque suene un poco menos romántico.

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Noelia Rodríguez Rosalén. Psicóloga.

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