La influencia de la familia en la educación deportiva

En cualquier actividad física el papel de la familia es fundamental. Esta influye de forma muy directa en la educación deportiva del menor a través de comportamientos, comentarios y actitudes.

Los beneficios del deporte de iniciación para los menores son numerosos: Aprenden a ganar y a perder, mejoran su condición física, su salud y las relaciones interpersonales. Por otro lado elevan su autoestima y autoconfianza, ganan control emocional y sentido de la responsabilidad. Consiguen autonomía personal y aprenden valores (respeto, colaboración, etc.). Además se marcan objetivos de mejora personal y aprenden a gestionar el tiempo, a la vez de disfrutarlo y sentir satisfacción.

Pero también tenemos riesgos que debemos evitar con una buena educación deportiva, donde no solo está involucrado el entrenador y los niños, también sus familiares y el entorno cercano. Pueden aburrirse por una alta o baja exigencia, se pueden lesionar, aislarse, sentirse rechazados y frustrados. Además, puede bajar su autoconfianza y aparecer ciertos complejos, disminuyendo también su autoestima. Pueden aprender valores inadecuados (violencia verbal, falta de compañerismo, etc.) tomando como modelo a los adultos. Por otro lado, aparecer ansiedad y empezar a poner excusas para no entrenar o no jugar, limitándose también en otras experiencias ajenas al deporte. En cuanto a los objetivos, no los trabajará y se centrará en los resultados (ganar o perder).

En ocasiones la actitud y el comportamiento de los familiares no son los adecuados.

Tipos de actitudes de familiares que no ayudan a educar en el deporte:

  • El desinteresado: No reconocen que el deporte es valioso en la educación de los jóvenes. No se interesan por sus progresos ni asisten a los entrenamientos y competiciones.
  • El hipercrítico: Normalmente tiene expectativas y objetivos poco realistas respecto a la progresión deportiva de los niños. Casi nunca está satisfecho y es muy exigente. Refuerza muy poco y critica mucho siendo una fuente de estrés.
  • El vociferante: Insulta y critica a jueces/árbitros, deportistas y entrenadores rivales y, a veces, a miembros del propio equipo/club. No tiene paciencia, escucha poco y no está muy dispuesto a cambiar.
  • El sobreprotector: Hace comentarios angustiosos sobre algunas acciones técnicas de los entrenadores y amenaza con sacar al menor del deporte. Es exageradamente cauteloso con los riesgos que el ejercicio deportivo mismo conlleva.
  • El segundo entrenador: Conoce muy bien el deporte que practica el menor. Normalmente lo desconcierta contradiciendo las instrucciones del entrenador, ya que el niño también está pendiente de sus reacciones e indicaciones. Suele opinar en momentos y situaciones que no son las adecuadas.
  • El presionante: Suele realizar abundantes comentarios antes y después del partido, sin alterarse, que inducen presión: “A ver si entrenas mejor”, “A ver si no pierdes tantos balones”, “Al contrario ni agua”, “A ver si ganáis hoy”, etc.

A veces caemos en el error de responder más a los intereses de los adultos que a las necesidades del menor. Tratamos de que se asemeje al deporte profesional adulto consiguiendo que en el lugar de ser un beneficio para los niños sea un riesgo y un posible problema. Por lo que los padres deben hacer un esfuerzo y dejarse orientar por los profesionales, ya que su colaboración es fundamental para fomentar una buena educación deportiva.

Deberían:

  • Confiar en el entrenador.
  • Aceptar sus propias limitaciones.
  • Dedicarle tiempo suficiente.
  • Aceptar los triunfos del menor, así como los fracasos.
  • Mostrar autocontrol.
  • Permitir a sus hijos que se expresen, que opinen y participen en las decisiones.

Y para terminar, ¿qué orientaciones podríamos darle a los familiares?

Es muy importante que respeten al entrenador, que fomenten la diversión y premien el esfuerzo que hacen sus hijos, no castigándoles con el cese de la actividad deportiva. Deben comprometerse con la actividad del menor asistiendo e interesándose, asegurándose de que se entrena de forma saludable y dedicarle tiempo. Es fundamental fomentar la comunicación, contribuir a superar las dificultades del menor, ayudarlo a tomar decisiones y ser modelo de comportamiento deportivo. Hay que compartir valores adecuados y conductas no violentas, animar a que participen y nunca presionarlo. Sería lo adecuado también asesorarse con buenos profesionales y exigir la cualificación del entrenador. No hay que olvidar que el familiar es el modelo a seguir del menor, y que éste estará atento a su comportamiento y actitud.

Un padre le dijo a su hijo: Ten cuidado por donde caminas… El hijo le responde: Ten cuidado tu, recuerda que yo sigo tus pasos.

Noelia Rodríguez Rosalén. Psicóloga.

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