Psicología Positiva o la eterna persecución de la quimera de la felicidad

La Psicología Positiva busca estudiar científicamente el funcionamiento humano óptimo, y para ello es necesario conocer las cualidades humanas positivas. Desde muy pequeños hemos escuchado frases como “si crees que puedes, entonces podrás” o “todos tus posibles éxitos están en tu mano”, y hasta hace un tiempo consideraba estas como simples frases motivadoras; pero ahora, esta nueva concepción, nos puede hace pensar que quizás tienen más de cierto de lo que pensábamos. “If men define situations as real, they are real in their consequences” – teorema de Thomas (“Si el hombre define situaciones como reales, estas serán reales en sus consecuencias”), base de la Profecía Autocumplida; todo esto podría llevar a suponer que una persona con una mentalidad negativa tendrá como consecuencia una “vida negativa”.

A pesar de ello, el concepto de Psicología Positiva me parece, cuando menos, polémico. Por un lado, considero una gran iniciativa el hecho de pretender potenciar al máximo la “felicidad” de las personas, y lo escribo entre comillas por lo subjetivo de esta idea en sí: ¿qué es la felicidad realmente? Supongo que para cada persona abarcará una cosa diferente, pero pongamos por caso que con felicidad nos referimos a una buena calidad de vida y satisfacción con la misma en general; pues bien, estoy completamente de acuerdo con que conseguir que todo el mundo llegue a ese estado sería un gran logro, y de hecho, me parece parte de los objetivos que deberíamos tener como psicólogos o futuros psicólogos: conseguir que las personas que acuden a nosotros en busca de ayuda para solucionar sus problemas, consigan superar la adversidades para lograr acercarse un poco más a su idea personal de felicidad.

Sin embargo, esta idea no deja de generarme preguntas críticas sobre el tema. Para empezar, la psicología positiva defiende el estudio de las denominadas “emociones positivas”, pero ¿en  base a qué decidimos que una emoción es positiva o negativa? En mi opinión esto es parte de la subjetividad de cada persona y de sus circunstancias, tomando como ejemplo a quien disfruta regocijándose en su tristeza personal, o al masoquista que disfruta del dolor.

Por otro lado, en la sociedad actual parece que se nos impone la necesidad de “ser felices”, un ejemplo claro es el de las redes sociales: continuamente intentando demostrar lo mucho que queremos a la gente que nos rodea, lo felices que son nuestras vidas y lo bien que nos lo pasamos siempre. El problema reside en que, esta especie de “obligación” social, en ocasiones nos hace mucho más infelices de lo que somos, nos cuesta entender cómo todo el mundo puede tener una vida tan maravillosa cuando nosotros rebosamos problemas de distinta envergadura, así que los escondemos, intentando actuar como el resto, pero en realidad todo el mundo se encuentra en mayor o menor medida en la misma situación. Al final se convierte un poco en la pescadilla que se muerde la cola, casi una competición por ver quién es más feliz -o mejor dicho, quién se muestra más feliz- porque es lo socialmente aceptado, y pienso que la Psicología Positiva contribuye en cierta medida a acrecentar esta idea.

Es cierto que, por pura naturaleza, el ser humano tiende a alejarse de las personas tristes, pero creo que ningún extremo es bueno, ni siquiera la felicidad absoluta. Recuerdo ahora esa frase tantas veces dicha sobre que las desgracias nos enseñan a apreciar las alegrías, no podemos pretender estar felices constantemente, porque ciertamente dejaría de convertirse en felicidad para pasar a ser normalidad, lo que me aferra más a la idea de la subjetividad de esta propuesta. Es más, afirma Martin Seligman en una TEDtalk que paliar por ejemplo la depresión no garantiza la felicidad, y que de hecho es bastante complicado llegar a alcanzarla en este tipo de personas, por lo que parece que en el paraíso prometido solo hay sitio para algunos afortunados.

Con todo esto no quiero decir que debamos resignarnos a la tristeza, por supuesto que es deseable convertirnos en personas más optimistas, y quizás aquí resida el papel fundamentalmente útil de la Psicología Positiva. Supongo que cada uno se sitúa en un punto determinado del continuo tristeza-alegría, y puede que la clave no esté tanto en tratar de llegar la felicidad plena como en tratar de acercarnos algo más a nuestra idea personal de felicidad, al punto exacto donde nos sintamos suficientemente cómodos como para  establecernos pero no tengamos pensando dejar de intentar avanzar un poquito más.

 

Paloma G. Pérez-Gorostiaga