Importancia de la participación activa de los padres en el proceso educativo de los niños, niñas y adolescentes con discapacidad intelectual.

Las dificultades adaptativas en las personas con discapacidad intelectual provienen de limitaciones en su inteligencia social y práctica, según los diferentes grados de independencia y desempeño de cada uno. No obstante, en la mayoría de las ocasiones, el nivel de autonomía que alcanzan, no va a depender tanto de su propia discapacidad como de las actitudes y conducta de los padres hacia su hijo/a.

Al respecto, es de hacer notar que el interés de los padres en las decisiones y acciones que involucra el sistema educativo constituye un derecho y un deber, en la medida en que se establece que padres y madres son los primeros educadores de sus hijos/as, siendo la escuela colaboradora en esta función esencial de la familia.

En este sentido, la participación de los padres en el proceso educativo de sus hijo/a, además de repercutir de forma beneficiosa sobre el niño(a) con discapacidad intelectual, tiene grandes ventajas para los propios padres, pues éstos necesitan sentirse útiles frente a su hijo, ser capaces de afrontar esta nueva situación y saberse competentes para aportar soluciones, y esto es probablemente uno de los sistemas más eficaces de apoyo para sí mismos. Cabe aclarar aquí, que no se trata de convertir a la familia y el hogar en una nueva escuela, ni de agobiar a los padres con tareas excesivas. Al contrario, se trata de orientarlos hacia una colaboración coherente, que redunde en  beneficios hacia su hijo/a.

Para toda familia la llegada de un nuevo integrante produce cierta complejidad, pues se ve interferida, debiendo reorganizar y reestructurar su dinámica habitual. Esto se ve intensificado, cuando el nuevo integrante tiene discapacidad intelectual. Para muchas familias este proceso es sumamente difícil, ya que existe una fuerte responsabilidad, desgaste físico, psicológico y económico dentro de lo que significa la discapacidad de un familiar.

En este sentido, Muñoz (2012), expone la existencia en algunas “familias de una fuerte capacidad de resiliencia, lo cual les permite sobreponerse y unirse ante situaciones complejas” (p. 40). Estas familias se hacen mucho más fuertes y buscan ayuda ya sea profesional o en personas que puedan facilitarles la adaptación a esta nueva situación. No obstante, indica la misma autora, que también existen “familias que se resisten al cambio y con respecto a la temática de discapacidad, se niegan rotundamente a vivir este proceso, desarrollando un sentimiento de rechazo y frustración que les impide adaptarse a la llegada del integrante discapacitado” (Ibedim).Frente a ello, es necesario señalar que la discapacidad es considerada como una situación en la cual una persona se encuentra sin aquellos recursos que le permiten desenvolverse de manera autónoma dentro de la sociedad. Principalmente estas necesidades de recursos se asocian a las dificultades auditivas, visuales, comunicacionales, físicas o motoras e intelectuales.

La discapacidad  intelectual, se define por la presencia de limitaciones sustantivas en el funcionamiento del niño, niña, joven o adulto, caracterizado por su desempeño intelectual significativamente por debajo de la media, que se da en forma concurrente con limitaciones en su conducta adaptativa, manifestada en habilidades prácticas, sociales y conceptuales.

Es de hacer notar que la característica dinámica de la discapacidad intelectual no está solo en su definición. Las oportunidades sociales transforman la cognición, así como también las conductas adaptativas. De esta manera, se avanza desde una idea de condición permanente hacia la comprensión de que la discapacidad intelectual es modificable.

Sobre la base de las ideas expuestas  es necesario resaltar que la familia es la protagonista del proceso educativo de los hijos(as), debido a que ella establece las normas, reglas y costumbres que permitirá la futura incorporación a la sociedad de la persona con discapacidad intelectual, además de favorecer el desarrollo cognitivo del niño(a) en un ambiente comunicativo y estimulante. Cabe acotar, que en la actualidad, los individuos con discapacidad  intelectual  están aprendiendo más y desarrollando mejor sus habilidades, debido a que se dan oportunidades diferentes y, en general, a que se espera mucho más de ellos. (Salas, 2013).

De acuerdo con esta necesidad universal, en América Latina  se han planteado y ejecutado políticas y planes en los cuales se puntualizan los procesos de participación de la familia en el ámbito escolar, hecho aunado a todas las características culturales de cada país,  es por eso que la participación de los padres en el proceso educativo se encuentra enmarcada en la declaración de Salamanca citado en Moreno (2011) donde, se considera que la educación de los niños y niñas con discapacidad intelectual no sólo recae sobre el equipo multidisciplinario, como los directores de instituciones educativas, coordinadores o especialistas, docentes de educación especial, psicólogos, trabajadores sociales y asistentes, también es responsabilidad de los padres de familia como actores educativos, cuya tarea habrá de potenciar su educación debido al fuerte vínculo que poseen con los niños y niñas.

Dentro de este marco, en Venezuela existe en la actualidad avances significativos en lo que se refiere a la educación especial, específicamente en la atención, esta se manejaba anteriormente dentro de un enfoque clínico y asistencial, hoy en día la atención que se brinda es individualiza y de manera integral, tomando en cuenta que aun en la sociedad se están efectuando cambios para afrontar la sensibilización en relación a la población de niños, niñas y adolescentes con discapacidad intelectual.

De igual manera se contempla  que el modelo educativo que se construye en el país, tiene como centro el ser humano como ser social, capaz de resolver y participar activamente en la transformación de la sociedad en la que vive, de esta manera se concibe  la educación como un continuo desarrollo humano que se ejecuta a través de los procesos de enseñanza y aprendizaje entendida como unidad compleja de la naturaleza humana integral; es decir, un individuo con una actitud de valoración hacia su propia formación integral a través del sistema educativo y el hogar como ambiente reforzador de esa actitud que sólo puede ser aprendida en el núcleo familiar, debido a que está es la primera institución social de formación.

Es de hacer notar, que la aceptación de un miembro de la familia con discapacidad intelectual afecta en diferentes aspectos como: emocionales, económicos, laborales. Estos pasan por un proceso sistemático de aceptación y adaptación a este nuevo ser. La llegada de un hijo con discapacidad a una familia puede producir conflicto, hasta la adaptación a este hecho. De allí, que los diferentes miembros del grupo familiar se ven afectados por una serie de cambios en su interior.

Cuando se hace alusión a la conducta que deben tener los padres ante su  participación en el proceso de aprendizaje de su hijo/a con discapacidad intelectual, se está haciendo referencia a la necesidad de que estos sostengan un compromiso, conjuntamente con las otras partes involucradas en el proceso educativo, para que con ello puedan superar las dificultades en el aprendizaje y canalizar de la mejor manera la educación y el desarrollo de las potencialidades de los niños y niñas con discapacidad. Al respecto, señala Sanz (2013) en su estudio realizado en España que:

La participación de la familia es imprescindible en actividades durante la clase y también en actividades extraescolares. El profesorado debe estar en continuo contacto con las familias informándolas así de los objetivos y metas a conseguir que se lleve a cabo en el aula existiendo así un feedback permanente entre familia y escuela. (p.87).

Una de las funciones imprescindible de los docentes es informar de manera periódica a las familias acerca del proceso de aprendizaje de su hijo/a, así como orientarlas para conseguir una mejor cooperación de la misma. Acota además la autora precitada, que entre los factores que impiden la participación de los padres se encuentran: contextos familiares desestructurados, inseguridades a la hora de educar, el poco tiempo que pasa el niño/a en contacto con su núcleo familiar más directo y la jornada laboral o lo que es lo mismo el horario laboral. Todos los elementos antes mencionados son los que hacen que los familiares no mantengan una relación directa tanto con la escuela como con el docente y especialistas de su hijo/a.

Por otra parte, se ha evidenciado que algunos padres se exceden con los cuidados elementales al niño/a, sin embargo, no cuidan aspectos fundamentales como el desarrollo lingüístico, el de ciertas habilidades psicomotoras y el del equilibrio personal.

Muchas veces, la subestimación ante alguna discapacidad, tiene implicaciones en la pérdida de oportunidades para el desarrollo de este, por eso es necesario resaltar que la potenciación familiar es fundamental, el conocimiento que tiene la familia sobre su hijo/a también aporta considerablemente a saber cuáles son los intereses de éste, sus habilidades y capacidades más destacadas, las cuales pueden ser trabajadas a tal punto que éste puede encontrar  en ellas una nueva forma de expresión en la sociedad y por eso que entre la familia y la escuela deben existir objetivos centrados principalmente en el desarrollo de la persona con alguna discapacidad , por lo tanto es posible constatar que ambas entidades son fundamentales para un proceso efectivo de inclusión, para que de esta manera, se les abran diversas posibilidades y oportunidades las cuales se verán expresadas a nivel familiar y social.

Es evidente que el nivel educativo que posea la familia, dependerá de la calidad de sus miembros, de las relaciones que entre ellos se den, el ambiente psicológico que se establezca, del modo de vida que ella presente; de allí que el hogar funciona como una escuela donde el niño y niña con discapacidad intelectual aprende a vivir, a convivir, querer, defenderse, comprender al otro, aprender quien es. De allí, la necesidad de que las familias reciban orientaciones, estrategias o herramientas pedagógicas, por parte de los docentes para un trabajo de manera integral y exitoso.

 

Zuleima C Gonzalez Bandres . C.I. 11.054.511

Licenciada en Psicología FPV 16525

Licencia en Educación Especial

Magister en Orientación Educativa