La civilización contra la barbarie

¿Cuántas veces habremos escuchado que, de ciertos “reality shows”, saldrían buenos experimentos sociales? Personas encerradas en una misma casa sin opción de salir durante semanas, e incluso en ambientes más singulares como una isla, citas con desconocidos… Pero de entre todos, para mí el definitivo es el “Game 2: Winter”, un programa que acaba de anunciarse y pretende ser estrenado este año en Rusia. Consistiría en dejar, durante 9 meses, a 30 personas en una zona de Siberia, teniendo estas que sobrevivir a temperaturas de unos -40ºC aproximadamente y a cualquier peligro que puedan encontrarse en los bosques.

Aunque todo esto ya puede sorprender en primer momento, la principal novedad respecto al resto de programas del estilo sería que este se rige por una norma única y bastante clara: todo está permitido. Esto incluye desde el consumo de sustancias como el alcohol o tabaco, hasta el asesinato y la violación, entre otras muchas cosas. Sin embargo, el organizador del programa, Yevgeny Pyatkovsky, ha querido aclarar de antemano una serie de matices a tener en cuenta: en primer lugar, el hecho de que en el reality todo está permitido no eximiría a los participantes del cumplimiento de la ley del país, en cualquier momento la policía podría interferir y detener a aquel jugador que cometiese algún delito; por otro lado, solo se permitiría la participación de personas mentalmente sanas.

Mi opinión es que el director quizás haya ideado una estrategia que en principio podría parecer sencilla y eficaz: la cultura del miedo. Puede que este pretenda que los jugadores se metan más en el papel, que tengan presente la existencia de esa posibilidad y sientan que realmente se enfrentan a una situación de vida o muerte, al mismo tiempo que avisa de que cualquier conducta disruptiva sería penada, para evitar llegar realmente a estas circunstancias. Aun así, puede que esta idea no sea tan sencilla e infalible como en un principio pudo pensar.

Experimentos a día de hoy sobradamente conocidos, como el de la prisión de Stanford de Zimbardo o el experimento de Milgram entre otros, nos informan del peligro de la atribución situacional, es decir, la capacidad que tienen ciertas situaciones de provocar conductas en las personas que no se corresponden con lo que estas harían en situaciones normales en base a sus personalidades individuales.

En el experimento de la prisión, Zimbardo únicamente dijo a los “guardias”: “podéis producir en los prisioneros que sientan aburrimiento, miedo hasta cierto punto, podéis crear una noción de arbitrariedad y de que su vida está totalmente controlada por nosotros, por el sistema, vosotros, yo, y de que no tendrán privacidad…” – vídeo The Stanford Prison Study, citado en Haslam & Reicher, 2003. En ningún momento se propuso el ejercicio de daño, ni físico ni moral, en los “prisioneros”, y sin embargo el experimento tuvo que cancelarse bastante antes de lo previsto, debido a un excedido trato sádico y humillante por parte de los “guardias”. Si esto ocurrió bajo situaciones controladas y sin previas instrucciones de realizar comportamientos desmedidos, no quiero imaginar hasta dónde podrían llegar las personas en una situación con la posibilidad de “hacer todo” como base y donde no habría nadie para vigilarles, ni siquiera un equipo de rodaje – pues cada uno es portador de su propia cámara, además de las que estarían dispuestas por todo el campo-.

No pretendo sonar catastrofista, pero es que sinceramente la filosofía que reza este “reality show” me parece, cuando menos, una burda incitación a la violencia y agresión, por mucho que quiera cubrirse con un manto de legalidad bajo el presupuesto de la posible detención de los participantes.  Pero por otro lado me parece que finalmente,  de llevarse a cabo – o incluso sin llegar a hacerlo-, podría acabar convirtiéndose en una cruda crítica a la sociedad, pues esta filosofía de vida, tristemente, también es la que sustenta la mentalidad de bastantes personas en el mundo real.

 

Paloma G. Pérez-Gorostiaga