La trampa del perfeccionismo

Si buscas en internet el significado de la palabra “perfecto” te aparecerá la siguiente definición: “Adjetivo que hace referencia a aquello que posee todas las cualidades requeridas o deseables sin tener ningún defecto”. A su vez, la palabra “perfección” hace referencia a la condición de “aquello que es perfecto, que no tiene errores o defectos; algo que ha alcanzado el máximo nivel posible”.

Ahora bien, ¿cómo valorar algo cómo perfecto? ¿Cómo se consigue la perfección?

Estas preguntas me llevaron a pensar en las personas perfeccionistas, puede que tú seas una de ellas y te preguntarás, ´”¿y qué hay de malo en eso?”.  A priori, parece que nada, yo también estoy en tu equipo, me gustan las cosas que, bajo mis criterios, están perfectas. Pero ¿no te ha causado el querer alcanzar la perfección más de un dolor de cabeza? Por ejemplo, a nivel académico o laboral, estrés, ansiedad, miedos… Párate a pensarlo unos minutos.

A nivel general, la psicología nos indica que existen dos tipos de perfeccionismo: el adaptativo y el desadaptativo. El perfeccionista adaptativo sería aquella persona que posee reglas o normas elevadas para sí mismo pero, aún así, se siente libre de cometer ciertos errores. Sin embargo, el perfeccionista desadaptativo se impone así mismo unas normas muy elevadas sin ningún margen de error, de forma que, para él o ella, nunca nada está hecho suficientemente bien.

Y es aquí, en el perfeccionismo desadaptativo, donde comienza la trampa de la perfección. Y es que éste se relaciona con una alta preocupación por cometer errores (“esto debo hacerlo perfecto o no sirve”). Cualquier mínimo fallo es un fracaso para la persona, y duda continuamente acerca de la calidad de sus acciones. Otro rasgo característico de estas personas es el de dar demasiada importancia al orden y la organización, así como el hecho de dar gran importancia a las expectativas que otros tengan sobre ellos.

El círculo vicioso del perfeccionismo desadaptativo podría verse así:

Este círculo puede conducir a la persona hacia la procrastinación, disminución del rendimiento académico/laboral, malestar psicológico (ansiedad, depresión…), problemas sociales, paralización, etc.

En definitiva, el perfeccionismo es como esa persona interesada a la que todos conocemos; siempre promete lo que no es, siempre quiere más. Pero tranquilo, si has caído en esta trampa no estás solo, y lo que es más importante, no es para siempre. Todo perfeccionista debe comprender y aceptar que en el proceso de aprender o realizar cualquier tarea los errores van a estar presentes. Serán ellos los que nos enseñen y nos guíen qué es lo que queremos y lo que no queremos.

Y si, definitivamente, consideras que no puedes salir tú solo de este bucle, puedes buscar la ayuda de un profesional que te ayude a ver que “bien es siempre mejor que perfecto”.