Trastorno por Atracón

Ya son familiares para muchos los términos ‘anorexia nerviosa’ o ‘bulimia’, siendo la prevalencia de estos Trastornos de la Conducta Alimentaria el principal causante del aumento de casos en los últimos 50 años.

Pero ¿y el ‘trastorno por atracón’? ¿Es tan conocido?

En el año 2013, el Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (mayormente conocido por su abreviación ‘DSM’), finalmente reconoció el Trastorno por Atracón o Binge Eating Disorder como un TCA.

Este trastorno consiste en una hiperfagia o ingesta de copiosas cantidades de alimento en tiempos relativamente cortos, acompañado de una pérdida de control y una sensación de culpabilidad.

Podríamos concebirlo como un trastorno moderno, así como la nomofobia, pero no es así. Ya en 1959, el profesor de psiquiatría Albert Stunkard observó en sus estudios sobre la obesidad estos característicos comportamientos, donde, a diferencia de la anorexia o bulimia, no habían mecanismos compensatorios, esto es, una vez realizado el atracón, no se lleva a cabo ninguna conducta para contrabalancear el exceso calórico, como podría ser ejercicio físico excesivo o purga.

Cabe señalar que el sentimiento de culpabilidad viene acompañado de vergüenza; hecho que hace que estos episodios se den a escondidas, ocultándolo al resto. Esta bien podría ser una de las razones detrás de su escaso reconocimiento, puesto que la repercusión física más notable es un aumento de peso, condición que esta sociedad encuentra normalizada. Es alarmante que los dos extremos de la balanza estén aumentando en número en las últimas décadas y se estén homogeneizando en nuestra percepción.

Debido a su reciente reconocimiento, el trastorno por atracón no cuenta con el exhaustivo estudio necesario, pero las investigaciones realizadas apuntan a que su origen bien puede darse a causa de previas restricciones alimenticias o bien desórdenes emocionales.

A esto último alude la hipótesis de la ‘ingesta emocional’, que explica cómo en el TPA, el sujeto, en lugar de guiarse por el hambre fisiológica, se cobija en las comidas sabrosas como respuesta a sus estímulos emocionales internos. El tratamiento, en estos casos, puede ser de dos formas: mediante medicación con antidepresivos (ISRS) o con terapia cognitivo conductual.

Con respeto a este segundo, se está descubriendo que, combinado con un diagnóstico temprano, tiene un papel esencial para la mejora del trastorno.

Y a pesar de todo ello, aún nos falta mucha luz que arrojar sobre este trastorno, sobre todo respecto  a los factores psicosociales que le rodean. ¿Hasta qué punto influyen los aditivos de las comidas en estos trastornos? ¿Es el elemento ‘tabú’ de este trastorno el que impide que sea más conocido? ¿Veríamos fin a este tipo de trastornos mediante una mejor gestión de nuestras emociones?

Refuge, 2009 por Lee Price

Refuge, 2009 por Lee Price

Natalia García Martínez