Depresión, ¿una cuestión de dos cerebros?

Sistema Nervioso Entérico, con sangre y vasos linfáticos en color azul, neuronas en rosa y glía en verde (células de Schwann)

Sistema Nervioso Entérico, con sangre y vasos linfáticos en color azul, neuronas en rosa y glía en verde (células de Schwann)

 

Arabelle está paseando por el parque de Tiergarten; es de noche y ve que está sola. Siente algo que no sabría localizar pero lo define como ‘mala espina’. Al mismo tiempo, en la otra punta del planeta, Aziz dice sentir ‘mariposas en el estómago’ cuando ve a su compañera de clase. Y simultáneamente, Elena dice que tiene una ‘corazonada’ con respecto al partido que va a jugar mañana; pese a que no lo localiza en el corazón per se.

¿De dónde provienen estos ‘presentimientos’ que tienen en común?

Seguro que en más de una ocasión has escuchado que ‘tenemos dos cerebros’. Bien es verdad que cerebro como tal, sólo conocemos el que se aloja en el interior de nuestro cráneo; pero numerosos estudios apuntan a que el segundo lugar con mayor concentración de neuronas es el SNE, y de ahí que se le apode ‘segundo cerebro’.

Para abordar este tema en algo de profundidad, primero debemos conocer qué es el SNE o Sistema Nervioso Entérico:

Este es una red de nervios intestinales. Opera independientemente del cerebro para regular los procesos digestivos intestinales. Científicos han encontrado células jóvenes de Schwann que se convierten en neuronas y son cruciales para la formación del sistema nervioso entérico. Durante el desarrollo del embrión, a las siete semanas de gestación, las células de la cresta neural (células migratorias y pluripotentes) invaden toda la longitud de la pared intestinal y se integran en la misma, diferenciándose, transformándose, en neuronas (Le Douarin and Teillet, 1973; Le Douarin and Kalcheim, 1999), neuromoduladores y neurotransmisores.

Este sistema no se encuentra aislado y trabaja en solitario, si no que guarda una estrecha relación con el Sistema Nervioso Central y el Sistema Inmune.

Además de neuronas, tenemos unos curiosos, a la par que numerosos, huéspedes en nuestro tracto intestinal, una gran familia de microorganismos llamado ‘microbiota’ o flora bacteriana. Se ha comprobado en estudios con ratones que la ausencia de la misma tiene cambios en todo el cuerpo: desde cambios en el apetito hasta en el ánimo.

Esta microbiota es capaz de producir muchos de los neurotransmisores encontrados en el cerebro humano; ejerciendo influencia sobre la neuroquímica central y el comportamiento; y es más, la molécula encontrada en mayor cantidad es la ‘serotonina’, alrededor de un 90%  del total se encuentra en nuestro intestino y es la que regula los movimientos o motilidad intestinal.

Esta, a niveles bajos, está asociada con depresión y adicciones, entre otros muchos trastornos psicológicos.

Con frecuencia, justamente la depresión, es el trastorno asociado directamente a un desbalance bioquímico del sistema nervioso central, bien sea por tendencias hereditarias, situaciones traumáticas, grandes pérdidas o situaciones sociales que hayan causado este cambio brusco en los neuroquímicos cerebrales; por tanto, no se suele poner en el punto de mira al intestino como posible causante de la depresión.

Los psicofármacos que se prescriben para la depresión pertenecen al grupo de los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS); los cuales favorecen la ‘comunicación neuronal’, prolongando la presencia de la serotonina en el espacio entre dos neuronas antes de ser recaptada por los receptores (al no recaptarse por un tiempo, esta aumenta).

Con estos fármacos, solo el 10% de la serotonina cerebral consigue ser modelada, y por tanto, mejorar los síntomas del paciente, pero ¿y el 90% de serotonina restante intestinal?.

Añadiré, además, que son múltiples los estudios científicos que concluyen un drástico aumento de depresión en pacientes con enfermedades inflamatorias crónicas intestinales, como son la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa. Curiosamente siendo el sexo femenino el que obtenía puntuaciones más altas en el inventario de Depresión de Beck.

A falta de un estudio más extenso y congruente sobre la relación entre la depresión y un ‘segundo cerebro’ sano, además de el detalle de que muchos de los microorganismos que tenemos en nuestro interior están aún por descubrir; pondré en relieve la extrema importancia que tiene cuidar de nuestra salud física para mejorar nuestra salud mental. Nunca olvidemos el sabio ‘mens sana in corpore sano’, pues parece tener un sentido más literal de lo que aparentaba.

Esperemos que sean prósperos los estudios en este campo y por fin las respuestas superen en número a las preguntas, especialmente con respecto a este trastorno afectivo cuyo número de afectados está alcanzando su apogeo en este siglo, sobretodo en jóvenes.