DESMONTANDO LOS MITOS SEXUALES MÁS POPULARES EN LA SOCIEDAD.

Los mitos sexuales son una opinión no fundamentada sobre algún tema relacionado con la sexualidad. Son ideas colectivas y arcaicas que forman la base sobre la que se construyen los valores que sustentan la dinámica social de una cultura determinada.

Esta falsa creencia puede ser divulgada como algo comprobado y real, convirtiéndose así en un mito, con las consecuencias características que esto tiene en la sexualidad de las personas. Así, los mitos pueden llegar a confundir e incluso formar estereotipos y perjuicios que pueden producir problemas sexuales, culpa, vergüenza y miedos irracionales.

Seguro que, a lo largo de tu vida, has oído hablar sobre algunos de los mitos sexuales más populares en la sociedad. Entre las variables que facilitan su propagación, la falta de educación sexual es, sin duda alguna, la más relevante. Por ello, en este artículo, Francisca Palacios Vázquez y Mª del Pilar López Muñoz, dos psicólogas especializadas en Sexología por la Universidad de Sevilla se han unido para hablarte sobre seis mitos con el objetivo de desmontar la falsa creencia sobre la que estos se fundamentan.

 

MITO 1: La primera relación sexual con penetración siempre es dolorosa.

La primera penetración no tiene porqué doler. De hecho, el dolor coital puede aparecer en cualquier momento de la vida sexual, respondiendo a diversas causas. La clave está en reconocer los factores que intervienen en ese primer encuentro sexual con penetración, y que hacen de la experiencia una desagradable y/o poco placentera.

En primer lugar, deben tenerse en cuenta las emociones asociadas a ese momento. Generalmente, las personas solemos sentirnos nerviosas, inseguras y ansiosas por la situación novedosa en la que nos encontramos y por el desconocimiento de la misma. Además, nuestros niveles de ansiedad se disparan por la propia creencia de que la primera penetración duele.Todo esto provoca la contracción de los músculos vaginales que, a su vez, dificultan o impiden la penetración.

Pero… ¿y si te digo que la vagina pasa de medir 7 u 8 cm en estado de reposo, a 13 o 14 en estado de excitación? Así es. Este canal es muy flexible y tiene la capacidad de adaptarse a todo lo que entra en ella, siempre que la respuesta sexual no esté siendo interferida por otros factores.

El problema radica en que para que este proceso se desarrolle correctamente, sistema nervioso simpático y parasimpático deben estar en equilibrio. Sin embargo, durante el primer coito, debido a esa hipervigilancia de lo que está sucediendo durante la relación y lo que está por venir, los niveles del simpático se ven aumentados, haciendo que la excitación disminuya, y con ello la capacidad para que la penetración tenga lugar.

Otro factor que interfiere, y que debe tenerse siempre en cuenta, es la lubricación vaginal. Esta tiene lugar de dentro hacia afuera, es decir, lo primero que se lubrica es el canal vaginal, y lo último la entrada a este o introito. Por tanto, aunque aparentemente nos sintamos excitadas y listas para la penetración, si esta se da cuando la entrada vaginal aún no está lubricada, los labios externos producirán una sensación de tirantez bastante desagradable y molesta. Esta sensación es la que habitualmente reconocemos como dolorosa. Todo esto alimentaría de nuevo todo el círculo vicioso del que venimos hablando hasta ahora.

En conclusión, puede decirse que todos estos factores están conectados. Cuando alguno no funciona bien, todo el sistema se ve afectado y la penetración resulta dolorosa. Si la excitación decae, la vagina ni se lubrica ni se dilata, impidiendo así un coito agradable.

MITO 2: Si no hay erección, no hay deseo.

El hecho de que no haya erección o esta se pierda puede estar motivada por muchos otros factores que no tienen relación alguna con el deseo sexual de la persona con pene, al contrario de lo que frecuentemente se suele pensar. Esta puede estar motivada por causas orgánicas, tales como enfermedades cardíacas, cirugía o lesión, medicamentos, colesterol alto, consumo de alcohol y tabaco, etc. Esto es lo primero que debemos descartar.

Pero, en la mayoría de casos, la pérdida o ausencia de erección está motivada por una causa psicológica, como la ansiedad por el rendimiento (la más usual), depresión, estrés, problemas en la relación de pareja, etc.

Atendiendo a la ansiedad de rendimiento, por ejemplo, cabe destacar, que esta está estrechamente relacionada con el mito de que la penetración es la práctica sexual más importante. Aquí, de nuevo, entra en juego el equilibrio entre el sistema simpático y parasimpático.

A menudo, las personas con pene asumen toda la responsabilidad del encuentro y experimentan una gran presión por la falsa creencia de que el coito es algo debe darse para que verdaderamente se considere que una relación sexual ha tenido lugar. Esto aumenta los niveles del sistema simpático. Sin embargo, para la erección es fundamental la acción del parasimpático, que permite que se relaje la musculatura del pene. Si hay relajación, entra sangre, y precisamente esta entrada es la que permite la erección.

MITO 3: Los celos son una emoción peligrosa e inadecuada.

Los celos no son malos, al igual que no lo es sentir rabia o ira. Son una emoción como otra cualquiera. Creer que tener celos es inadecuado proviene de la división errónea que se hace de las emociones en positivas y negativas. El hecho de considerar algunas como negativas, conduce a su estigmatización, y por tanto a sentir culpa ante ellas. Este es el caso de los celos.

Pero, las emociones realmente se clasifican en agradables o desagradables, depende del modo en que se perciban. No hay buenas ni malas, todas son adaptativas y tienen su función concreta. Los celos surgen cuando una persona percibe una amenaza hacia algo que considera propio.

Ahora bien, lo que debe tenerse en cuenta a la hora de sentir celos, es cómo se gestionan. Esto marca la diferencia. Es fundamental trabajar la aceptación; no pasa nada por soportar emociones desagradables. Mientras estos no interfieran negativamente en otras áreas de la vida de la persona que los siente, está bien.

Entonces, ¿cuándo se convierten los celos en algo patológico y obsesivo? Las tres claves están en la frecuencia, intensidad y duración. Cuando una persona está celosa tiende a las conductas de comprobación, que nos ayudan a aliviarnos a corto plazo de los celos, pero no son efectivas para su resolución. Además, suelen ir acompañados de pensamientos automáticos. Gestionar estas conductas, teniendo en cuenta esas tres variables, será esencial para establecer los límites entre la emoción y la obsesión.

 

MITO 4: El coito debe evitarse durante el embarazo.

Contrario a lo que muchos piensan, el sexo durante el embarazo no está contraindicado y es completamente seguro, a menos que el médico recomiende lo contrario.

Lo que puede suceder, es que durante el embarazo el deseo sexual sufra algunos cambios. Este puede ir desde un aumento considerable, debido a los cambios hormonales, que hacen que haya un mayor flujo sanguíneo en los genitales, por lo que el deseo suele reaparecer (sobre todo en el segundo trimestre) y aumentar la excitación y la calidad del orgasmo. Mientras que en otros casos, suele darse una disminución en el interés sexual debido a esta fluctuación hormonal. En este sentido, algunas mujeres, suelen sentirse menos cómodas y atractivas con su cuerpo por el crecimiento del abdomen, las estrías, niveles de energía disminuidos o dolor físico, las preocupaciones y tensiones del proceso de embarazo, evitando por ello los encuentros sexuales.

Por otro lado, también puede verse afectado el deseo sexual de la pareja de la persona embarazada. Así, algunas, por ejemplo, pueden sentir más atracción hacia su mujer debido a los cambios en la forma de su cuerpo, como un aumento en el tamaño de sus senos, la tersura de la piel, los labios más gordos etc.

Evitar el coito durante el embarazo es un mito que sigue muy extendido entre la población por el miedo a ocasionar daño al desarrollo del embarazo y el miedo a provocar una pérdida. Lo cierto, es que es muy importante conocer la anatomía del cuerpo, puesto que el embarazo se desarrolla dentro del útero, mientras que las relaciones sexuales tienen lugar en el canal vaginal, por lo que el bebé se encuentra protegido dentro del primero por el líquido amniótico. Además, los músculos del útero son bastante fuertes como para protegerlo.

El sexo se podrá practicar siempre y cuando no estén presentes alguna de las siguientes condiciones: riesgo de aborto, amenaza de parto prematuro o rotura de bolsa, placenta previa, problemas en el cuello uterino, insuficiencia cervical, antecedentes de parto prematuro, entre las más importantes. Si existe alguna duda, lo mejor es consultar con el médico o matrona para una mejor orientación, y poder disfrutar del sexo en esta nueva etapa de la vida, (Quintanilla, 2019).

 

 

MITO 5: El sexo anal indica tendencias homosexuales.

El deseo de experimentar con el sexo anal, no tiene por qué confundirse con la homosexualidad, ya que no es una práctica limitada a este colectivo. El sexo anal es una práctica sexual como otra cualquiera, perfectamente saludable, y cuyo rechazo, en ocasiones, proviene del desconocimiento. Por error común, se ha asociado esta práctica exclusivamente a las parejas de hombres homosexuales. Sin embargo, el sexo anal es una práctica sexual que puede ser muy satisfactoria para ambos sexos.

Lo cierto es que se ha tachado de inmoral por no cumplir con la regla de reproducción. Por ello, todavía cuesta reconocer que gusta, que se practica y que puede ser de lo más placentero. Con un poco de práctica, los instrumentos adecuados y un cuidado “especial” por parte de la pareja, el sexo anal puede llevar a la persona hasta el orgasmo máximo, totalmente diferente y, según sostienen los más expertos, conseguir el clímax total.

Cuando hablamos de sexo anal, nos referimos a cualquier estimulación provocada sobre el ano, ya sea con caricias, con la lengua (anilingus) o con la introducción de los dedos, un juguete sexual o el pene. No necesariamente nos referimos a ello solo con la penetración. Frecuentemente, se dice que el sexo anal es doloroso, pero la realidad es que puede llegar a serlo solo si no se hace correctamente. De hecho, si duele, hay que parar.

Es importante aprender a disfrutarlo, a relajarse y a confiar y a estar dispuestos a aprender del placer de nuestro cuerpo con paciencia, cariño y actitud exploratoria, sin presiones, prisas, ni dolor.

Y es que, el potencial erótico del área anal es muy amplio. El placer de estimular el ano reside en la numerosa concentración de terminaciones nerviosas que tiene esta zona, que están muy próximas y conectadas a las zonas sensibles de los órganos sexuales y a los músculos pélvicos encargados del orgasmo, lo que hace que se potencie el placer. Todo esto hace que el placer sea mayor cuando tiene lugar una estimulación simultánea del clítoris o el pene, y la zona anal.

En el caso de los hombres, el grado de placer es aún mayor, ya que este tipo de estimulación o penetración masajea la próstata, lo que provoca intensos orgasmos y placer en el varón. Esta zona se estimula accediendo al recto a través del ano, a unos 4-5cm de la entrada anal, en la pared que va hacia el ombligo.

Ahora que ya sabes cómo prepararte para el sexo anal, la importancia de usar condón durante la práctica y el rol esencial que tiene el lubricante, anímate a explorar con este tipo de encuentros y dale un toque de novedad a tu intimidad.

 

MITO 6: Los hombres siempre tienen ganas de sexo.

Este se trata de un mito fomentado por la estructura patriarcal de nuestra sociedad, en la que se ha permitido menos –y a veces nada– a las mujeres a expresar o mostrar su deseo sexual.

En realidad, lo que confundimos es respuesta de excitación con deseo sexual. Y ahora vamos a aclarar esas pequeñas diferencias existentes en cada sexo. Efectivamente, los hombres logran excitarse en menos tiempo que las mujeres, en términos generales, porque la respuesta de excitación de las mujeres requiere de más estímulos a causa de muchos factores: hormonas, circunstancias emocionales, educación, ideas preconcebidas, etc. Al confundir ambas nociones, se cree que las mujeres tienen menos deseo sexual que los hombres, aunque esto no sea así.

En el caso del sexo masculino, también hay muchos elementos que afectan negativamente al deseo sexual, como el trabajo, el estrés continuado, las responsabilidades económicas, los problemas con la pareja, los cambios hormonales de la edad, que implica una disminución de testosterona, o la ausencia de ejercicio físico. Por lo tanto, contrario a lo que se piensa, no siempre estarán listos y dispuesto para ir a la cama, (Mundo, 2019).

En definitiva, la explicación de estos mitos, pone en evidencia el hecho de que aún siguen vigentes falsas creencias con respecto a la sexualidad, que son interiorizadas por las personas y transmitidas de generación en generación. Esto demuestra, asimismo, como se comentó inicialmente, la necesidad de proporcionar educación sexual desde edades tempranas, y a lo largo de todo el ciclo vital. Dicha herramienta, incluida en el currículum escolar, resultaría fundamental para derribar estas ideas preconcebidas que, sin duda, interfieren en el modo en vivimos y experimentamos nuestra sexualidad.

 

Bibliografía
• Mundo, S. (2019). Una terapeuta revela la verdad sobre los hombres y el sexo. Sputnik.
• Quintanilla, A. (2019). Sexo durante el embarazo. Web Consultas. Revista de salud y bienestar.
• Lacalle Marcos, P. (2019). Manual de Asesoramiento Sexológico en Ginecología. Síntesis.
• González Domínguez, R. A., Núñez Rodríguez, L. M., Hernández Pupo, O., & Betancourt Navarro, M. (2005). Sexualidad en el adulto mayor: Mitos y realidades. Revista Archivo Médico de Camagüey, 9(4), 67-77.
• Justel, N. R., Bentosela, M., & Mustaca, A. E. (2010). Comportamiento sexual y ansiedad. Revista Latinoamericana de Psicología, 41(3), 429-444.
• Matesanz Nogales, A. (2003). El deseo sexual en el hombre. Biblioteca Nueva.
• Ortiz, J. M. C., Leiva, P. G., & Jacinto, L. G. (2009). Celos y emociones: Factores de la relación de pareja en la reacción ante la infidelidad. Athenea Digital, (15), 39-55.