Invalidar un duelo lo vuelve mucho más complicado

El duelo es un proceso natural tras la vivencia de una pérdida de alguien o algo significativo. El duelo no se debe únicamente a la muerte de un ser querido, sino la pérdida/ruptura de cualquier vínculo emocional. Puede ser la pérdida de una relación (pareja, amigos, etc.), pero también de un trabajo, una mascota, etc.

El duelo es un proceso que conlleva una serie de fases (negación, ira, negociación, depresión, aceptación) o una serie de tareas. Estas son: 1) aceptar la pérdida (he perdido mi trabajo, se ha muerto un familiar, he roto con mi pareja, por ejemplo); 2) trabajar las emociones y el dolor de la pérdida; 3) adaptarme a una realidad sin aquello que he perdido (hay que aprender a vivir sin ello y poder seguir con mi vida) y 4) recolocar emocionalmente esa pérdida (no se trata de olvidar, sino recordar con alegría, que pensar en ello no me siga generando sufrimiento). Hay momentos y situaciones en los que es normal sufrir, es natural. Se trata de aceptarlo y aprender a vivir con ello, sin que el recuerdo me siga haciendo sufrir (por ejemplo, “quisiera que esa persona continuara en mi vida, pero acepto que ya no está y trato de seguir con mi vida”).

Toda pérdida implica una serie de emociones, pensamientos y comportamientos como parte del proceso natural, que cada persona, en su situación, vive de una manera. Necesitamos expresar nuestro dolor y pasar por el proceso del duelo. El acompañamiento emocional es muy importante en dicho proceso. Se trata de ayudar a la persona doliente, en la medida de lo posible, a que avance en su proceso. ¿Cómo podemos hacerlo? Simplemente, estar ahí, escuchándola y apoyándola, validando sus emociones y tratando de comprender como se siente.

Hay distintos tipos de duelo, hoy me centraré en el duelo no autorizado o prohibido. ¿A qué me refiero con esto? Se trata de un duelo en el cual no es aceptado sufrir esa pérdida. No todos los duelos son igualmente aceptados y comprendidos. En un duelo desautorizado, o bien el entorno de la persona en duelo, o bien la sociedad, no comprenden que se encuentre en dicho proceso. En ocasiones, incluso, somos nosotros mismos los que desautorizamos nuestro propio duelo.

Socialmente está “establecido” cuánto y en qué situaciones es normal sufrir. En cambio, los duelos no son evitables: no podemos elegir lo que no afecta y lo que no. Sin embargo, el hecho de que se desautorice el duelo lleva a la persona a reprimir y ocultar su dolor, a llevarlo en silencio. Esta incomprensión y falta de apoyo respecto al sufrimiento padecido favorecen la acentuación y mantenimiento del duelo (así como de las emociones y pensamiento que este implica) durante un largo periodo de tiempo.

Por lo tanto, la invalidación y desautorización de un duelo pueden hacer que este se complique considerablemente. Por ejemplo, puede aparecer un duelo inhibido o congelado. El duelo inhibido sería aquel en el que tratas de evitar el dolor, no expresas aquello que sientes. Mientras que, el duelo congelado es aquel que aparece con retardo. Inicialmente, te muestras aparentemente fuerte, como si no te afectara la pérdida que has vivido. Mientras que, al cabo del tiempo, aparecen todas esas emociones y pensamientos propias de un proceso de duelo.

Los duelos prohibidos se pueden dar, por ejemplo, por una expareja cuando actualmente hemos establecido una nueva relación, ante un aborto (si no ha nacido es como si no se pudiera pasar mal), por la pérdida de un familiar con edad avanzada (parece que hay que asumir que se va a morir) o de una mascota, etc.

Te voy a poner un ejemplo que seguramente te sea familiar. Se trata de la pérdida de la relación con un amigo con el que has tenido un gran vínculo emocional. Está socialmente aceptado el duelo cuando se trata de una ruptura de pareja. Sin embargo, no se comprende igual cuando se pierde una relación de amistad. La realidad es que el vínculo que estableces con un amigo puede ser igual, o incluso más fuerte, que el que estableces con tu pareja. Quizá ese amigo llevé mucho tiempo siendo tu mayor apoyo, tu vínculo más estrecho. Perder esa relación hace que, inevitablemente, tu vida cambie. Esa persona no ha muerto, pero también es doloroso tener que aceptar que esa persona ya no va a estar en tu vida, o no como lo hacía antes. Por lo tanto, es normal pasarlo mal.

Quiero recalcar que no se sufre únicamente ante una muerte, la pérdida de una relación puede ser igual o más dolorosa. Aceptemos que otros lo pasen mal, aunque nosotros no lo viviésemos de la misma manera. Hay que respetar los ritmos de cada persona y validar sus emociones, sea cual sea su pérdida. Si por uno mismo fuese, no sufriríamos por x motivos, pero no elegimos lo que nos hace sufrir.

Por último, si conoces a alguien que está viviendo una pérdida, escúchale y apóyale, trata de ayudarle a avanzar. Si eres tú quien sufre esa una pérdida y te encuentras en un proceso de duelo, sé el primero en comprenderte. No desautorices ni invalides el dolor que estás sintiendo. Expresarlo, seguramente, te sea de mayor ayuda que reprimirlo.

Permitirte pasar por el proceso del duelo es el primer paso para salir de él.

Expresa tu dolor, !no calles lo que por dentro estás gritando!

Andrea Hidalgo González.