Inteligencia Emocional

La Inteligencia Emocional es la capacidad de reconocer, comprender y gestionar las emociones propias y de los demás de manera efectiva. Surge como crítica al concepto clásico de inteligencia, medida a través de test que utilizan parámetros puramente cognitivos. En la década de 1990, la popularizó el psicólogo Daniel Goleman y desde entonces, se ha convertido en un concepto importante en el ámbito de la psicología. Generalmente, se acepta que depende en parte de la edad ya que aumenta con ella.

Durante la evolución del concepto de Inteligencia Emocional, se han propuesto varios modelos entre los que se encuentran los siguientes:

Modelo de cuatro ramas de Mayer y Salovey: describe la inteligencia como “la habilidad humana para detectar emociones y pensamientos, tanto propios como ajenos, discriminar entre ellos, y utilizar esa información como guía para el pensamiento y la acción”. Para estos autores, la Inteligencia Emocional es el resultado de dos procesos mentales básicos: emoción y cognición. Además, distinguen cuatro áreas de habilidades organizados jerárquicamente:

  • Percepción Emocional: identificar las emociones. Supone ser consciente de lo que se siente. También es la capacidad de percibir las emociones de los demás.
  • Facilitación Emocional: Supone aprovechar la información recibida para mejorar el pensamiento.
  • Comprensión Emocional: se relaciona con el procesamiento abstracto y cognitivo. Es la parte más parecida a la inteligencia cognitiva medida por el cociente intelectual.
  • Manejo Emocional: manejar las emociones y las relaciones emocionales de forma eficaz para las relaciones interpersonales y el propio crecimiento. Incluye variables motivacionales, emocionales y cognitivas.

Modelo de competencias emocionales de Goleman: introduce atributos personales relacionados como la efectividad de la persona y el funcionamiento de tipo social. Dispone de cinco competencias:

  • Autoconocimiento emocional: conciencia de uno mismo, de las propias emociones y de su influencia en la propia persona.
  • Autocontrol emocional o autorregulación: limita comportamientos impulsivos motivados por sentimientos transitorios.
  • Automotivación: habilidad de dirigir las emociones hacia una meta, más allá de sus obstáculos.
  • Reconocimiento de emociones ajenas o empatía: La interpretación de las emociones de los demás está en la base de las relaciones sociales. A veces surge en comunicaciones de tipo no verbal y no consciente. Su reconocimiento provoca relaciones más reales y estables, además de facilitar la identificación con el otro.
  • Relaciones interpersonales o habilidades sociales

La Inteligencia Emocional ofrece una mayor conciencia de nosotros mismos. Ayuda a comprender las propias emociones, tanto las positivas como negativas, y a identificar los factores desencadenantes que las provocan. Al ser conscientes de nuestras emociones, se pueden tomar decisiones más informadas y evitar reacciones impulsivas o desproporcionadas. Además, permite comprender cómo nuestras emociones influyen en nuestro comportamiento, pensamientos y relaciones, lo que da la oportunidad de automejorarse y crecer como individuos.

Además de la autoconciencia, la Inteligencia Emocional capacita para regular nuestras emociones de manera saludable. Aprender a manejar el estrés, controlar la ira, superar el miedo y manejar la tristeza son habilidades fundamentales que permiten mantener un equilibrio emocional. La capacidad de regular también implica ser conscientes de cómo nuestras acciones afectan a los demás y tener la empatía necesaria para responder de manera adecuada a las emociones de los otros.

La empatía es otra competencia vital de la Inteligencia Emocional. Permite ponerse en el lugar de los demás, comprender sus sentimientos y perspectivas, y responder con compasión y comprensión. Además, fortalece las relaciones interpersonales, fomenta la colaboración y el trabajo en equipo, y promueve la comunicación efectiva. Al entender y validar las emociones de los demás, se crea un entorno de apoyo y confianza mutua.

Además de los beneficios personales, la Inteligencia Emocional tiene un impacto significativo en el ámbito laboral, académico y social. Las personas con alta Inteligencia Emocional suelen ser líderes efectivos, capaces de inspirar y motivar a los demás. También destacan en la resolución de problemas, la toma de decisiones informadas y la gestión del estrés en entornos laborales exigentes. Respecto el ámbito académico, está relacionada con un mejor rendimiento, una mayor adaptabilidad y una mayor capacidad para enfrentar los desafíos académicos. Finalmente, en el ámbito social, facilita la empatía, la comunicación efectiva y el liderazgo, lo que contribuye a relaciones más saludables y exitosas.

Afortunadamente, la Inteligencia Emocional no es una cualidad fija, sino que se puede desarrollar y fortalecer a lo largo de la vida. A través de la autorreflexión, la práctica de habilidades sociales, el aprendizaje de estrategias de regulación emocional y la búsqueda de apoyo y orientación, se puede mejorar y disfrutar de sus beneficios. Al hacerlo, nos convertimos en personas más equilibradas emocionalmente, capaces de manejar los desafíos de la vida con confianza y empatía hacia nosotros mismos y hacia los demás.

En resumen, la Inteligencia Emocional es una habilidad fundamental en el mundo actual. Ayuda a comprender y regular nuestras propias emociones, permite tener empatía hacia los demás y fortalece nuestras relaciones personales y profesionales. Al desarrollar nuestra inteligencia emocional, nos empoderamos para tomar decisiones informadas, enfrentar desafíos con resiliencia y vivir una vida más plena y satisfactoria.

 

Ana Malara